Maite Vírseda
Mariano José
de Larra nació en 1809 en Madrid, España. Fue un escritor y periodista español
perteneciente a la época del Romanticismo, que fue un movimiento europeo
literario (entre otros) que surge en reacción al neoclasicismo. El Romanticismo representa la lucha de la
pasión frente a la razón. Larra, además, fue el máximo representante del
costumbrismo, hablando de los problemas cotidianos que afectaban a la sociedad
española de la época.
Su padre era
médico de la familia real en aquellos tiempos. Larra estudió medicina, pero no
finalizó la carrera. Después comenzó la de Derecho. Antes de la amnistía de
1818, la familia del escritor residía en Francia, donde se dice que Larra
desarrolló su sentido crítico. Su trabajo crítico costumbrista se dio a conocer
en la revista El Pobrecito Hablador,
donde firmaba bajo el pseudónimo de Juan Pérez de Munguía. En el año 1833
escribía en la Revista Española de
crítica literaria y política en torno a la supuesta libertad de expresión de la
época. En 1835 comenzó a trabajar para famosos periódicos nacionales como El Redactor General y El Mundo.
Terminó
suicidándose en 1837. En esa época no se celebraban funerales por esa causa de
muerte, pero en su caso fue un acto político y literario donde José Zorrilla se
dio a conocer al leer un poema que había escrito la noche antes. Años después,
su figura fue reivindicada por figuras como Pío Baroja y Unamuno o Valle Inclán
y Machado.
Larra
escribió distintos tipos de artículos periodísticos: políticos, literarios y de
costumbres. A este último grupo pertenece La
Nochebuena de 1836, firmado con el pseudónimo de Fígaro y publicado en El
Redactor General el 26 de noviembre de 1836. El tema es una crítica a la
sociedad de la época, su hipocresía, y también a sí mismo, que forma parte de
esa sociedad.
Tanto el
título como el subtítulo, Yo y mi criado. Delirio filosófico, ya dan
pistas importantes, pues la acción se desarrolla el día 24 de diciembre y el
cuerpo central del artículo es un diálogo del propio Larra con su criado, que
está borracho. El escritor, por tanto, es el protagonista de la narración y
comenta lo que expone de manera subjetiva, dando su opinión en todo momento.
Está escrito en primera persona y aparecen muchos rasgos literarios, como
metáforas e ironías.
Larra
ridiculiza actitudes de la sociedad (amos que dan dinero a sus criados para que
se emborrachen, mujeres que son fieles durante quince minutos) y afirma que
para el hombre lo importante es tener sus necesidades básicas cubiertas: ¿Hay
misterio que celebrar? “Pues comamos”, dice el hombre; no
dice: “Reflexionemos”.
Se retrata a
sí mismo como un hombre romántico, partidario del liberalismo y progresista,
que necesita ideales para seguir viviendo: El corazón del hombre necesita
creer en algo. Se muestra desengañado ante el amor (su matrimonio fracasó y
la mujer que amaba le abandonó después): La mayor desgracia que a un hombre
puede suceder es que una mujer le diga que le quiere. Y se siente derrotado
ante la vida, sin esperanzas para seguir adelante: En cada artículo entierro
una esperanza o una ilusión. Se autocritica a sí mismo y acepta
su derrota. Le dice su criado: Yo estoy ebrio de vino, de verdad, pero tú lo
estás de deseos e impotencias. Se da cuenta de que tiene razón, pues él
quiere ser lo contrario que critica, pero en realidad no lo es.
Estamos ante
un artículo cargado de tristeza, negatividad, desilusión y pesimismo. Sus
fracasos en el amor y su desengaño por la sociedad y la política de España,
llevaron a Larra al suicidio semanas después de publicar este, su último
artículo.